La Llorona

         Cuenta una leyenda que la madre, aquella que había perdido a sus hijos trágicamente, deambulaba por la oscuridad que podía ofrecerle la noche, la penumbra y la soledad, cuenta además que los gritos lastimeros se escuchaban todas las noches, justo en aquel momento en que cae el rocío, justo cuando aparecen gotas en las ventanas y el aire deja sentir su más fuerte golpe sobre la piel, se dice además que aquella mujer bajo su pena, dolor y pérdida, buscaba incesantemente a aquellos que solían ser sus hijos antes de la tragedia, se escucha por las calles, en las bocas de las abuelas que esa mujer, aquella madre desconsolada penaba y se hacía acompañar de otras almas que nunca lograban acallar su soledad, así es, la Llorona, no solamente llora, también es roba almas y esperanzas.

         Aquella mujer camina a paso lento, su silueta blanca es lo único que se distingue de la noche, el frío y la muerte la acompañan a cada paso, un camino de soledad va dejando a su paso, hojas muertas y miradas perdidas es lo que encontraremos detrás de su sendero marcado, ladridos y aullidos anuncian su llegada, inquietud y dolor  anuncian su partida, aquella madre dolida, aquella “Chingada”*, nunca encuentra paz, hoy esa llorona con su paso lerdo, busca una salida, ya no grita, ya no quiere almas ni esperanzas, busca descanso y busca un amor, ha cambiado la firmeza por las arrugas, manos maltratadas y cabellos blancos, hoy no busca, hoy se oculta.

“Ya no me busques llorona, ya no me lleves más,

Déjame un poco de esperanza, déjame un poco de paz.”